Carnavalización
- tarikua
- 11 may 2024
- 2 Min. de lectura
Había una vez una palabra a la que le encantaba deambular. Cuando era pequeña le gustaba jugar con los fonemas en la arena. Los tomaba entre las manos y los apilaba tan alto como podía, hasta que caían haciendo estruendos sin sentido. Pero como todos nosotros, la palabra encontró unos fonemas que se hicieron sus favoritos. Le gustaba el sonido que hacían al juntarse, así que se los llevó con ella. Cargó un día con sus fonemas y comenzó a caminar. Se paseaba entre los pueblos y se susurraba a sí misma en el aire, para que la gente pensara en ella. Así le gustaba hacerse notar, de reojo.
Era traviesa. Cuando la gente la percibía entre el aire la usaba. Pensaban que la habían inventado. La palabra jugaba. Sentía que se subía a una gran montaña rusa. La palabra disfrutaba pasar de persona a persona, subiendo y bajando a veces desaforadamente. Gozaba las volteretas entre voz y voz, se mareaba un poco, descansaba, pero retomaba su euforia, aprendiendo a insinuarse con mayor soltura a ciertas personas, las que pudieran convertirse en mejores montañas rusas, con más vericuetos, con más altibajos, con montones de aire en los pulmones para lanzarla con energía. Pero siempre pasaba que con el tiempo su propio susurro no tenía receptáculo, quizá porque todos se habían acostumbrado al fin a ella, o quizá porque sus fonemas ya estaban muy gastados y no cosquilleaban como antes en las gargantas. La palabra dejaba de gozar, porque ya no había montañas rusas, sino cajas en las que la gente la empacaba. Cuando eso ocurría se abría camino a nuevos pueblos, para comenzar de nuevo el pasatiempo. “Quién sabe”, pensaba, “tal vez luego vuelva con otros fonemas”.
La palabra no paraba, había miles de otros pueblos qué visitar, nunca tuvo necesidad de cambiar sus fonemas favoritos. Descubrió que valía la pena dejar pasar unos años y volver a los pueblos de antes. Para entonces la gente había perdido las cajas con que la encerraban y otra vez el aire la esparcía, y otra vez las bocas le lanzaban, dándole sentido a su existencia. Otras veces volvía a visitar los pueblos, pero haciéndose acompañar por otras palabras. Poco a poco fue descubriendo que en compañía la gente le daba cobijo más rápida y efusivamente que nunca. Llegó al punto en que juntas, las palabras se volvieron carnaval, y discurrían con fuerza sin igual. A veces, cuando un nuevo vocablo se les unía, la palabra se preguntaba si llegaría el momento en que no hubiera ningún nuevo término, ninguna otra palabra que agregar al gran discurso. “Quién sabe”, se respondía ella misma, “para entonces tal vez ya tendremos nuevas formas de susurrarnos a la gente, tal vez no en el aire, como ahora”.
Fuentes:
Fernández-Cárdenas, J. M. (2014). El dialogismo: Secuencialidad, posicionamiento, pluralidad e historicidad en el análisis de la práctica educativa. Sinéctica, 43, 183–203. http://0-search.ebscohost.com.biblioteca-ils.tec.mx/login.aspx?direct=true&db=fua&AN=109210676&lang=es&site=eds-live&scope=site
Ching Chiang, L.-W. C., & Fernández-Cárdenas, J. M. (2020). Analysing dialogue in STEM classrooms in Ecuador: A dual Socioeconomic context in a high school. Journal of New Approaches in Educational Research, 9(2), 194–215. https://doi.org/10.7821/naer.2020.7.529
Comentarios